Por Adriana Herrera (Miami Herald)
Las pinturas de la selva del artista colombiano Bertel
(César Bertel) producen el efecto de esa combinación única entre lo bello y lo
extraño que obliga a detenerse ante la obra. Ante el hallazgo de la luz y de
los infinitos verdes de las inmensidades amazónicas recreadas por una mano
humana en un medio como la acuarela, que podría parecer inadecuado para la
honda fuerza de ese mundo selvático, y en un inusual formato de grandes dimensiones.
Bertel pinta las ancestrales formas de la selva como
quien entra a un espacio vedado, un espacio que ''no es para el hombre de las
selvas urbanas: solo quienes han vivido siglos en la selva penetran sus
dominios''. Pintarla es un atrevimiento semejante al de los talladores de
tótems. Una labor que hace con la conciencia de estar evocando una materia
sagrada y con un conocimiento ecológico, como ocurre con los colibríes de cola
larga --una especie endémica de Colombia-- que capta en su raro vuelo estacionario.
La revolución
contemporánea de la acuarela
No es un acuarelista complaciente, es un
incansable y tesonero trabajador, desafiando hasta su propia exigencia humana
al realizar acuarelas en grandes formatos poco usuales en esta complicada
técnica pictórica.
Su investigación e innovación de materiales,
técnicas, y procedimientos lo ha llevado
a una revolución contemporánea silenciosa rompiendo paradigmas y acabando con
los mitos que alrededor de esta técnica acuosa se han tejido en el mundo
entero. Ha incorporado a su trabajo de taller antiguos procedimientos
descubiertos por los chinos desde el siglo III AC como el entelado de sus obras
sobre papel prescindiendo del vidrio, y de los acuarelistas ingleses del siglo
XVIII el aerógrafo, un invento que nació para la aplicación de la acuarelas.
Celular 312 549 3197
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