Blancas, morenas, negras, jóvenes maduras, de la
capital de la República, de la costa… Todas tienen una historia en común: sus
rostros destrozados por el efecto del ácido químico. Ese poderoso y letal
producto que recibieron desprevenidamente cuando caminaban por las calles y que,
sin quitarles la vida, se las acabó, porque las marcó de manera indeleble no solo
en sus cuerpos y rostros, sino en su corazón y mente. Cualquiera creería que
narramos una historia de Afganistán, Pakistán o la India en el lejano oriente. No.
Sucede acá en Bogotá, en Barranquilla, Soacha, Pereira, Manizales, Pasto,
cualquier lugar donde la barbarie de maridos celosos, posesivos, machistas o el
deseo de venganza por una deuda impaga o una mirada atravesada lleva a estos
primarios personajes a contratar un sicario para regar en los rostros de sus
víctimas el ácido, dejándole en varias ocasiones sin visión y lesiones graves
para siempre.
Cansadas del rechazo de la sociedad, de las miradas
lastimeras, de las exclamaciones de tristeza para nada efectivas en la solución
de sus problemas reales, varias de las víctimas de esta cruel venganza
decidieron pasar de la pasividad a la acción, creando una organización llamada
“Reconstruyendo Rostros” con la ayuda de la Alcaldía Mayor de Bogotá para
empoderar a las víctimas afectadas por esos agentes químicos.
La vocera es una joven, alta y esbelta mujer que a
los 20 años debió sufrir ese padecimiento. Ya en esa edad temprana tenía hijos
y era responsable de ellos. Vio transcurrir más de diez años sin ninguna
solución para su situación, que a veces se tornó calamitosa. Afortunadamente un
angelito de la guardia en forma de cirujano plástico, el doctor Alan González,
le tendió la mano para ayudarla a vivir nuevamente. Varias son las cirugías
reconstructivas practicadas en su hermoso rostro que se adivina bello antes de
la tragedia.
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¿Por qué la
Fundación?
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Decidimos pasar
a la acción por nuestra propia cuenta. No queremos más miradas lastimeras ni
consideraciones de labios para afuera. Queremos una ayuda efectiva, real, que
nos permita volver a valernos por nosotras mismas sin necesidad de estar
pidiendo limosna, porque así nos hacen sentir cuando recibimos una ayuda,
bastante escasa por cierto.
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¿Y a nivel del
Gobierno no hay ayuda?
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Infortunadamente
lograr un apoyo estatal o institucional que permita una reconstrucción moral,
laboral o física no ha sido posible. Por eso estamos propiciando el trabajo en
equipo de las sobrevivientes para que juntas logremos mover la sensibilidad de
los colombianos que desean ayudar y no saben cómo.
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¿Este flagelo le
sucede solamente a las mujeres?
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No, a los
hombres también, en menor proporción.
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¿A los señores
por qué los atacan?
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Por deudas, enemistades,
por cualquier cosa.
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¿Y a las
mujeres?
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Generalmente son
los maridos, exnovios o exparejas que se vengan de esta manera terrible, porque
según ellos, si no es con ellos no es con nadie.
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¿Qué quieren
alcanzar con la Fundación?
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Queremos
propuestas productivas y publicitarias para empresas y recaudar recursos para ser
mujeres productivas. No queremos que se deteriore la situación por lo que pasó
ni que las vidas se vuelvan públicas para que la morbosidad de la gente juzgue.
La titánica labor apenas comienza. Están firmes a
la hora de medir los riesgos en la lucha. Ellas, mujeres guerreras que
enfrentaron la tragedia de perder su belleza y algunos rasgos físicos,
parecieran no intimidarse con la situación. Son mujeres con historias de vida
que luchan por salir adelante y encontrar un futuro en una situación incierta. Son
madres cabeza de familia, son mujeres a quienes la vida les jugó una mala
pasada en busca de una oportunidad de trabajo para salir adelante.
“Reconstruyendo Rostros” espera su apoyo, su respaldo con ofertas de trabajo.
Todas tienen un oficio, una profesión para continuar con sus vidas por sí
mismas, para darles a sus hijos esa anhelada educación que tanto desean. Les
quieren entregar sus herramientas para valerse por sí mismas y no padecer lo
que les ha tocado cuando por un oscuro destino su vida les cambió radicalmente.
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